“La utilidad” del voto útil
por Rodrigo de la Peña
Este domingo presenciamos las elecciones más grandes en la historia de México, tanto por el número de electores, como por los cargos que se disputaron. El resultado preliminar nos demuestra que pese a una serie de errores la gente aún confía en el plan del presidente, y están dispuestos a continuar con la transformación. Ahora, independientemente del resultado, estos comicios dieron lugar a un discurso que es, en el mejor de los casos, cuestionable. El concepto del “voto útil” se volvió la única alternativa para vencer la mayoría absoluta de MORENA en el Congreso. Este concepto planteaba la idea de votar por el partido que fuese en segundo o primer lugar, siempre y cuando este partido fuese opositor al partido gobernante. Esta idea, en primera instancia, parece positiva y lógica, sobre todo porque los tres partidos opositores de mayor nombre iban, en la mayor parte de sus candidaturas, en coalición. Sin embargo, esta cuestión podría no ser tan perfecta como suena.
El voto útil podría asociarse al concepto de democracia mínima de Schumpeter. En principio, este concepto plantea una visión en extremo realista del sistema de elección popular en la que lo importante es mantener un control de poder. Algo que es cuestionable en esta teoría es la sobre simplificación de la doctrina democrática, ya que tiende a arrebatar los valores y virtudes que este modelo político vendía, entre ellos la deliberación y la defensa de ideales políticos. Por su parte, el voto útil también se vendió como aquel control del poder y la defensa ciega de la división de poderes. No obstante, se nos olvidó que esta forma de decidir se volvía mínima y, contrario sensu a lo planteado, arriesgaba más a la libertad política que hoy en día conocemos. Por un lado, el respaldar en las urnas a un candidato por ser contrario al actual gobierno refleja el decadente y débil estado de la soberanía popular en el país. Por otro, desincentiva una competencia dinámica y la sustituye por una simple competencia de bloques. Finalmente, esta manera de pensar las elecciones no solo cae en el juego de la división entre buenos y malos, sino que de resultar efectiva genera un punto muerto deliberativo y legislativo.
El apoyo del candidato de oposición con mayor posibilidad a ganar, independientemente de sus propuestas nos demuestra que en realidad no esperamos que haya alguna propuesta, solo deseamos que se frenen las propuestas de los que hoy dirigen el Estado mexicano. Además, entregar nuestro apoyo, por el simple hecho de ser oposición, eleva a estos representantes a un estado falso de superioridad, ya que, en realidad, no se confió en ellos para gobernar. Más bien, se les respaldó para evitar el mandato de los otros. A su vez, esta idea, que en principio surgió como protectora de la voluntad popular, terminó por dañar la base de un estado de gobierno popular, el diálogo y la deliberación. Por consecuencia, el voto útil prueba más inútil y menos enriquecedor que un voto consciente y basado en las propuestas e ideologías. Ahora, no se niega que para refinar y reparar una democracia, primero hay que tener una. No obstante, regresar a votar entre un grupo y otro dividirnos entre los buenos y malos solo nos aleja del discurso de matices, de propuestas e ideas que conforman la soberanía popular.
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Schumpeter, J. “Socialismo, Capitalismo y Democracia”. 2015, Página Indómita, Barcelona.