¿A quién le importa el “pueblo más perseguido del mundo”?
por Flavia Poy Barrio
El 15 de septiembre, numerosos grupos pro derechos humanos denuncian la situación de más de 300 refugiados rohinyás, quienes llevan cuatro meses a la deriva en una isla recóndita de Bangladesh y para los que se pide el derecho a llegar a tierra firme a reencontrarse con sus familias. Si bien el ejército de Bangladesh asegura condiciones estables, éstas pueden ser bastantes cuestionadas.
Los rohinyás son un colectivo musulmán que viven en Birmania desde el siglo VIII, país de mayoría budista. Durante el periodo colonial, los británicos aplicaron un “dividir para reinar es ganar”, sin tener en cuenta que estaban eternizando un conflicto. Sin embargo, tras numerosos movimientos armados, los rohinyás llevan más de 30 años acudiendo a la vida pacífica para ser respetados, para que puedan tener derecho a la vida, a la educación, a la salud, a una nacionalidad y para, en definitiva, que puedan ser tratados como personas. El motivo principal es que están completamente segregados del marco legal birmano y nunca se les ha reconocido la ciudadanía puesto que no es un grupo étnico reconocido.
Pero, ¿ha sido así siempre? En consecuencia, sí. Desde que Birmania se convirtió en un Estado militar en 1962 que persigue la migración de forma sistemática, se intensificaron las expulsiones y las erosiones de Derechos Humanos. El punto más destacable fue en 1982, cuando se aprueba la Ley de Ciudadanía, que otorga la ciudadanía en base a su condición étnica, pero impide a los rohingyas hacerlo ante la falta de reconocimiento. Lo que es peor, en 1989 tuvieron que entregar sus documentos de identidad que habían recibido 40 años antes, y donde lo único que recibieron varios años después fue un certificado temporal, el cual concedía sólo algunos derechos como el voto, el cual fue eliminado definitivamente en 2015.
Entonces, ¿en qué situación pasaron a estar? Reconocido por las Naciones Unidas como “el pueblo más perseguido del mundo”, la mayor tragedia llega en el año 2017, donde se lleva a cabo una brutal limpieza étnica, con expulsión 750 mil miembros de la comunidad y la muerte de más de 24 mil. Obviamente, era un panorama similar que se había vivido en 2012 o 2015, por mencionar alguno. Esto provoca una reacción más allá de sus fronteras que agrupará a los apátridas en campos de refugiados, como es el caso de Cox’s Baza, en Bangladesh, que nacen con la idea de dar acogida a mujeres en estas comunidades pero que agrupa finalmente a todo tipo de desamparados. Si bien pareciera ser el fin de una necesidad, miles de estos refugiados esperan ser trasladados a otra isla, permitiéndolos salir de dichos lugares. Según los testimonios parecieran condiciones de vida similares a las de una cárcel.
Entre estas trampas mortales, está mandarlos a isla Thengar Char, de cuarenta kilómetros de extensión, en donde no hay ninguna estructura ni canal de comunicación y que ha quedado bajo el agua en anteriores ocasiones. Estos espacios se rehusaron actualmente con la excusa de “personas pobres que deseen mantenerse alejadas del coronavirus”. En febrero, la isla recibió a otros 100 000 rohinyás refugiados de los campamentos de Cox Bazar, mientras todos ellos viven en habitaciones de 4 metros, compartidas por hasta 5 miembros de una familia y donde les proporcionan comida escasa dos veces al día, según los testimonios recogidos por Amnistía Internacional. Según la misma organización, menos del 1% del colectivo están hoy en día sometidos a la prueba del Covid-19 y el control del virus es prácticamente nulo.
Aunado a esto, en mayo de este año, otras 1, 400 personas son enviadas sin ningún tipo de seguridad a Malasia con el objetivo de huir de esos campos refugio, No obstante, su llegada es rechazadas y estas personas son abandonadas en alta mar. Todavía hay un agravante más: todas y cada una de estas familias pagaron alrededor de dos mil euros, convirtiéndose en auténticos rehenes en el mar, tal como explica un miembro responsable de monitoreo de estos viajes, en un reporte para el periódico La Vanguardia. Después de estos meses de terror es donde nos encontramos ahora, cuando gran parte de este grupo es descubierto en la costa norte de Indonesia en estado de desnutrición, violentados y con gran número de cadáveres a bordo.
No obstante, ¿se ha hecho algo ya? La realidad es, que las ejecuciones que constan en los últimos meses siguen sin estar a disposición de la justicia, las leyes de Birmania permiten que se perpetre una condición de ilegalidad que no es compatible con la condición de humano y los rohinyás siguen estando perseguidos y acosados sin ningún tipo de garantías personales.
Si hay algo loable de toda esta situación, es la labor de las autoridades bangladesíes como las principales que han mostrado preocupación y han dado atención a la comunidad musulmana. Por otra parte, este 16 de septiembre, el ejército birmano anunció que revisará, por primera vez en la historia, “patrones de abuso” que se dieron en 2017. Con toda la reflexión, es normal que lo primero que se piense es que nada de esto va a ser real y que los mismos militares siguen sin aportar detalles de los crímenes de genocidio para los cuales La Corte Penal Internacional ya tiene un caso abierto.
Multitud de Organizaciones No Gubernamentales hablan de delitos de lesa humanidad y genocidio perpetrado. Apelan también directamente a crímenes que nacen con detenciones arbitrarias y terminan con restricciones abusivas donde el Estado tiene hasta la facultad de investigar sus hogares sin aviso. A esto le podemos añadir violaciones, incendios en sus zonas de residencia, sus centros religiosos, etcétera.
Concluyendo, ¿a quién le importa la vida de los rohinyás? ¿Se parece a muchas otras crisis humanitarias con refugiados en Europa, Centro o Sudamérica? ¿Por qué no planteamos la posibilidad de crear un mecanismo más imparcial y que complemente a la Misión de Determinación de los Hechos? ¿Por qué no se investiga penalmente, como dije, a los responsables? Exacto, a pocos les importa. Es perfectamente visible como este grupo étnico está totalmente sumido en la pobreza y a la merced de toda la ayuda que les proporcionen internacionalmente, si bien el gobierno birmano la sigue controlando gota a gota.
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OHCHR (4 de julio de 2018). Miles de refugiados rohingyas siguen huyendo de la violencia, 38º periodo de sesiones del Consejo de Derechos Humanos, Oficina de Alto Comisionado de los Derechos Humanos, Naciones Unidas. Recuperado de: https://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=23324&LangID=S
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ACNUR (16 de abril de 2019) Un proyecto único en Cox’s Bazar coloca a las mujeres bangladesíes y refugiadas en primer lugar, brindándoles habilidades, Naciones Unidas. Recuperado de: https://www.acnur.org/noticias/briefing/2019/4/5cb62bb64/un-proyecto-unico-de-formacion-en-coxs-bazar-ayuda-a-mujeres-bangladesies.html
Amnistía Internacional (15 de septiembre de 2020). Bangladesh: La población refugiada rohinyá debe participar en las decisiones que afectan a sus vidas, Personas Refugiadas, Asia y Oceanía. Recuperado de: https://www.amnesty.org/es/latest/news/2020/09/bangladesh-rohingya-refugees-must-participate-in-decisions-affecting-their-lives/
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