¿De quién es la culpa?
por Alejandro Velasco D.
Después de varios intentos, y sin tener las palabras idóneas, escribo este artículo con una pregunta en mente: ¿cómo cambias la idiosincrasia de una persona decidida a ignorar que vivimos una pandemia mundial?
A lo largo de la cuarentena me he dedicado a buscar culpables. Empecé atacando al gobierno, haciéndolo responsable de las miles de muertes en México. No me malentiendan, sí es responsable. Sin embargo, no es el único.
En palabras del ilustre filósofo Jean-Jaques Rousseau, un país funciona por medio de las aportaciones de dos partes: el Estado y los ciudadanos. Claramente el gobierno no está cumpliendo su parte, pero, ¿nosotros sí? El propósito del presente artículo es transmitir mis ideas, concientizar a los lectores, y en la medida de lo posible, instigar un cambio.
Para iniciar, me gustaría hacer una modificación al cotidiano discurso del subsecretario López-Gatell, en el cual afirma que al día de hoy, México tiene casi 850 mil contagios. No obstante que en cifras reales es así, el mensaje debería de ser que el país presenta 120 millones de contagios. ¿Por qué? Cuando salimos, no sabemos si la persona que está a lado nuestro está contagiada. Así es como el virus se comporta, es invisible.
A manera de ejemplo, supongamos que planeo una reunión, en la que invito a varios de mis amigos más cercanos. Sin embargo, en la invitación aclaro que me acaban de diagnosticar positivo a COVID-19. ¿Asistirán?
Las razones de los ciudadanos para justificar su negligencia son miles. Podríamos empezar por el pésimo ejemplo que nuestro Jefe de Estado le da a la población, y que resulta necesario mencionar. La única vez que vi al presidente López Obrador usar cubrebocas fue en su visita a la Casa Blanca. ¿Qué clase de mandatario es ese? ¿No se da cuenta que tiene miles de seguidores que igualan sus conductas?
De igual manera, existen muchas personas que no creen en el COVID-19, pues lo consideran una estrategia política, de dominación, etc. Para este caso, me gustaría hacer mención de una experiencia personal. Una conocida mencionaba que junto con su papá, se negaba a creer en la existencia del virus, por lo que no veían en la necesidad de cuidarse. Por desgracia, y después de una dura batalla, el señor falleció. ¿Es en verdad necesario llegar a ese punto para creer en la existencia de un virus que está azotando al mundo entero?
Concientizar a la población supone una tarea imposible, pero a lo mejor a mis lectores no tanto. Tenemos que darnos cuenta que no podemos poner todo en manos del gobierno. Es hora de dejar de lado las excusas, el individualismo. Lo único que nos ayudará a salir adelante como sociedad, es la empatía.
A mí también me gustaría reunirme con mi familia y amigos, pero no quisiera que esa reunión terminara en un funeral.