Solo eran niños: El sello de terror del crimen en México
por Diego Alvarado
La semana pasada, dado el furor que desataron en muchos medios las elecciones presidenciales de Estados Unidos, pudieron haber pasado desapercibidas algunas noticias importantes. Una de ellas es la del caso de Yair y Héctor, niños de 12 y 14 años respectivamente, los cuales después de desaparecer el 27 de octubre pasado fueron encontrados por “accidente” la madrugada del 1 de noviembre, desmembrados en bolsas de plástico, siendo transportados en un diablito de carga en pleno Centro Histórico de la Ciudad de México: una escena sacada de una verdadera película de terror.
El hecho ha sido atribuido a una riña entre ciertas organizaciones criminales que operan dentro de la Ciudad de México y aunque las autoridades aún no se ponen de acuerdo sobre la construcción de los hechos, cuales desataron tan lamentable final para Yair y Héctor, de algo podemos estar 100% seguros: el nivel de descomposición social que se ha alcanzado es preocupante y nos encontramos atados a este, la normalización como única respuesta visible para afrontar tan monstruosos hechos. Porque así es; a muchos podría no sorprender demasiado, se trataría únicamente de dos puntos más que se anota la violencia en nuestro país. Tal vez eso es un síntoma del cansancio que provoca escuchar este tipo de noticias casi a diario.
Lo escandaloso de esta noticia ha evidenciado lo obvio: los homicidios de menores y jóvenes vinculados al crimen organizado ocurren con más frecuencia de lo que se piensa. También expone el sello de terror que porta el crimen en nuestro país; para quienes no existen los “códigos de ética” y el valor de la vida ha sido reducido a unos cuantos pesos.
Este fue el destino que escribió nuestro país para estos y otros cientos de jóvenes, sino es que miles. Víctimas de un entorno de violencia y necesidad, que ven como salida a una situación de escasez y poco reconocimiento el trabajar para estas organizaciones criminales, las cuales no los ven más que como carne de cañón, reemplazables y quizá hasta desechables. Ocupándolos para tareas de narcomenudeo y cobro de piso principalmente, aprovechándose de su situación legal, ya que reciben penas menores por estos delitos.
La justicia en este caso también ha sido reducida, los padres de los jóvenes no quieren saber más al respecto. No esperan que las autoridades de este país cobren el daño y dolor que les han provocado, más bien en palabras de la misma madre: “(…)Lo que queremos es que nuestros hijos estén descansando y que Dios se encargue de lo que se tenga que encargar”. Así, cerramos con un sabor amargo un episodio de violencia más y por el cual parece que no podemos hacer mucho al respecto.
Ahora, cabe preguntarnos si realmente es este el camino sobre el cual queremos seguir avanzando, camino en el cual nuestros jóvenes sirven a estas estructuras porque verdaderamente no tienen de otra. Tal vez el indignarnos y sentir esta sensación de vacío en el estómago no sea la solución, pero pueden ser los impulsos necesarios para crear esos nuevos caminos que “emparejen el piso”, para que nadie se vea nunca atado de manos y a merced de las supuestas soluciones y satisfacciones que el crimen ofrece a un alto precio.
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El Universal. (2020). Lo que sabemos de los niños descuartizados hallados en Centro de CDMX. Recuperado de https://www.eluniversal.com.mx/metropoli/que-sabemos-sobre-los-ninos-descuartizados-hallados-en-centro-historico-de-cdmx
El Universal. (2020). Velan a los dos niños descuartizados en el Centro Histórico. Recuperado de https://www.eluniversal.com.mx/metropoli/velan-los-dos-ninos-descuartizados-en-el-centro-historico
Ferri, P. (2020). La violencia se recrudece en Ciudad de México con el hallazgo de dos niños descuartizados en el centro. Recuperado de https://elpais.com/mexico/2020-11-05/la-violencia-se-recrudece-en-ciudad-de-mexico-con-el-hallazgo-de-dos-ninos-descuartizados-en-el-centro.html